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Opinión

Cómo matar a un poeta

Los regímenes políticos en Guatemala las han probado todas:  matarlos de tristeza en el exilio, matarlos de hambre en el país, matarlos violentamente, torturarlos y desaparecerlos físicamente, esta vez encontraron un nuevo método: matarlos por falta de estructuras médicas de cuidados intensivos.

El poeta Humberto Ak’abal murió el 28 de enero del año en curso por complicaciones después de una intervención quirúrgica y por falta de una unidad de cuidados intensivos en el hospital de su natal Totonicapán.

Sin embargo, el problema con los poetas es que nunca mueren, el problema es que a medida que pasa el tiempo, sus versos permanecen, el problema es que los niños y los jóvenes leen sus versos, los repiten y así se perpetúan. El problema es que aunque prohíban sus libros o los quemen, sigue existiendo la palabra y la memoria, el problema es que mientras más quieran borrarlos, más brillan.

La palabra de Ak´abal logró lo que pocos han conseguido en este país, no sólo atravesó las fronteras lingüísticas y las fronteras culturales que mantienen separadas a las culturas maya y mestiza. Su poesía escrita indistintamente en K´iche´ y en español abrió las puertas del imaginario poético maya a los analfabetas que no sabemos leer ninguna lengua maya y hoy todos podemos envolvernos en su palabra y recrearnos en ella.

El poeta momosteco vivió y murió como viven y mueren los pueblos mayas de este país, en medio de las carencias de todo, pero abrió las puertas de su poesía de par en par, sin distingos culturales. Gracias maestro por heredarnos su palabra a todos “…hijos tan viles [o no] de madre cariñosa”[1].


[1] Vámonos patria a caminar, Otto René Castillo.

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